viernes, 24 de junio de 2011

La Luna teñida de Carmesí...



-Menu'o careto que t'ae, hefa...


La apreciación de Ayubu produjo un sonoro gruñido en la enana de anaranjadas trenzas como respuesta.


A la mañana siguiente, después de que cada uno de los componentes del singular grupo descansaran, o hubieran pasado la noche entretenidos con “otros menesteres”, se reunieron para desayunar algo en el salón de la taberna. Sentados alrededor de la mesa, tres de ellos observaban la cara de pocos amigos que miraba distraída el plato de huevos con tocino dispuesto ante ella.



-¿Eléboro?- preguntó el joven de cabello negro. En realidad, era la tercera vez que la llamaba, pero la enana estaba ausente-. ¿Me estás oyendo?

-¿Eh? ¡Ah! Sí... perdona, “Rüdiger”- contestó, saliendo a medias de su ensimismamiento y mirándolo a la cara.

-Ayubu tiene razón, menuda cara que traes... ¿Tampoco dormiste anoche?

-Al contrario, dormí... pero...

-¿Todavía de das vuedtas ad sueño?- preguntó Puíta, masticando un trozo de tocino.

-¿Qué sueño?- interrogó el joven, enarcando un ceja.

-No tiene importancia- contestó, cogiendo un trozo de pan para acompañar su desayuno-. Seguramente me pasé un poco con el vino y la cena. Sólo fue un sueño...

-Po' cie'to... ¿Que hacíai vosot'os do ju'tos, anoche?- preguntó el trol, con una socarrona sonrisa.

-Dormir... ¿Qué, si no?- fue la respuesta de la enana mientras clavaba en la mesa el cuchillo con el que había cortado el pan, dejando bien claro que su aseveración no se discutía-. A todo esto... ¿Y tú, mi pequeño?- dijo, girándose sonriente hacia el joven-. ¿Valió la pena la pérdida de tiempo? Espero que, por lo menos, hayas dejado el listón bien alto...


El hombre se atragantó ante la espontaneidad de su amiga.


-Fue una velada muy... agradable- respondió, después de haber tomado un sorbo de vino para poder bajar por su garganta el díscolo trocito de pan-. Lo segundo, tendrás que preguntárselo a ella...

-Mejor que no- dijo la enana, riéndose.


-¡Buenos días tenga tan bien avenido grupo!- coreó una cantarina voz femenina.


-Mira hefa, ahí la tiene po' si le quiere pregu'tá...


Eléboro emitió un suspiro de evidente fastidio, mirando al trol, que parecía pasárselo estupendamente.



-Buenos días, Danielle...- dijo la enana, luciendo su más inocente sonrisa-. ¿Habéis descansado bien?-preguntó, enfatizando la frase.

-S-sí, g-gracias por preguntar...- respondió la joven, azorada-. Esto... he venido a deciros que el barco zarpará en una hora.

-Perfecto, nos dará tiempo a comprar algo de avituallamiento para el camino. Nos veremos a bordo, pues.


La joven hizo una educada inclinación de cabeza y se dio media vuelta para marcharse.


-¿Para qué te habré dicho nada?- preguntó el joven, sonriendo.

-Eso digo yo- dijo, masticando tranquilamente lo que quedaba en su plato-. Pero tanta turbación en una doncella tan hermosa...- se levantó de la mesa y se acercó al joven, pellizcándole una mejilla como si fuera un chiquillo-. Bribón desvergonzado, a saber qué le has hecho...



Con una sonrisa de triunfo, la enana se alejó para dirigirse a la barra a ultimar detalles con el posadero, mientras el joven de cabello negro de frotaba la zona del pellizco, meneando a continuación la cabeza en un gesto negativo y dejando escapar una ligera risa.



Unas horas más tarde, disfrutaban de la brisa y el olor salobre del mar, a bordo de “La Fantasía de la Doncella”. El viaje sería largo y la enana no dudaba que aburrido también. Para unos más que para otros, al menos. Subida sobre un cajón y apoyada en la barandilla, observaba el movimiento arrullador del barco...


...hasta que la figura de un enano de cabello y barba castaños se abalanzó rauda por su lado izquierdo para asomar la cabeza lo suficiente. El contenido del estómago del enano fue a parar a las movidas aguas.



-Do siento...

-Joder Puíta, que todavía marees a estas alturas...- le dijo ella, mirando la cara de su compañero, que estaba empezando a tornarse de lívida a verdosa.

-Soy ud enano de secano- aseguró, secándose la boca con el pañuelo que le tendía su amiga.

-Míralo por el lado positivo, con lo que acabas de echar ahí abajo, no vomitarás hasta la cena- aseguró ella, riéndose mientras le daba unas palmaditas en la espalda.



-¡Grumetes, moved el culo! ¡Quiero aballestadas las jarcias del palo de mesana a la de ya, u os echaré de comer a los tiburones!- chillaba la voz del capitán del barco.



-Dezuma simbatía ese goblin...- analizó Puíta, echando una mirada sobre su hombro para ver a la ajetreada tripulación, yendo de un lado a otro, mientras los berridos del capitán resonaban por doquier.

-Es la vida del mar... Anda, busquemos algo que hacer o tú no te olvidarás de tu mareo y a mí no me pasarán las horas...



Después del mediodía y de haber comido algo, menos Puíta, que se negó a probar bocado, charlaban entre los cuatro, sentados donde podían en cubierta, a lo que se les unió Danielle un poco más tarde, para incordio de Eléboro.



-¿Alguien sabe alguna buena historia que nos amenice la travesía?- preguntó uno de los pasajeros del barco, un humano que parecía aburrirse tanto como los demás.

-¡Yo me sé una cuantas, pero harían enrojecer a las damas!- bramó otro en respuesta.


La enana miró de soslayo al joven de cabello negro, con una sonrisa en los labios.


-¿Tendrías alguna para la ocasión, Rüdiger?

-¡Oh! ¿Sabéis contar historias?- preguntó fascinada la joven Danielle.

-¿No os contó ninguna anoche? ¡Imperdonable!- dijo Eléboro burlona, llevándose una mano a la boca en un afectado gesto teatral, sacando de nuevo los colores a la muchacha-. Entonces debes enmendar tu error...



-¿Te animas, chico?- preguntó el interesado.

-¿Sobre qué queréis que trate?

-¡Sobre el honor de la batalla!- bramó un orco.

-¡Yo prefiero que cuente alguna cochinada!

-¡Cállate, Will! ¡Tú mismo eres una cochinada con patas!- respondió el compañero del que había hablado. La broma arrancó las risas de los dos humanos de aspecto desaliñado y las del resto de aquellos que prestaban algo de atención al asunto.

-¡Algo que dé miedo!

-Sí, eso no estaría mal.


Varias respuestas a favor, corearon la petición del relato de miedo.


-Está bien, pero no os aseguro que os vaya a asustar demasiado...

-Mientras nos mantenga entretenidos, lo damos por bueno, muchacho.



El joven de cabello negro como ala de cuervo se sentó sobre un rollo de gruesa maroma y se aclaró la voz, mientras la gente se congregaba a su alrededor y tomaba asiento en el suelo de la cubierta.






“Cuenta una leyenda, que en las noches en las que la luna se tiñe de carmesí, se oye el aullido de un lobo. Según dicen los entendidos en estos temas, tal criatura no es un lobo corriente, sino un perro, venido desde las profundidades del infierno para llevarse con él el alma de los incautos, que someterá a una servidumbre eterna para aterrorizar a los vivos.



El joven que protagonizó ésta historia conocía la leyenda, pero era hombre de mundo y no creía en tales paparruchas creadas para asustar a los niños. Una noche en la que salía de la posada en la que había estado pasando el tiempo con sus amigos, llevó su vista hasta el cielo, totalmente despejado, para descubrir que la luna... se había teñido de carmesí.



-Un fenómeno totalmente explicable- se dijo a sí mismo mientras cogía el camino hacia su casa.



Al rato, el aullido de un lobo rompió el silencio, tan sólo perturbado hasta ese momento por el resonar de sus pisadas. Con un respingo, el hombre agudizó el oído para discernir si el animal podía encontrarse cerca y ser un peligro para él.



Profundo y quejumbroso, el aullido volvió a repetirse. A pesar de que intentaba ubicar la procedencia del sonido, le fue imposible. Parecía sonar en todas partes y en ninguna.



-El eco de las montañas y una casualidad como otra cualquiera- murmuró para sí de nuevo, apretando el paso.



Con un suspiro de alivio, el joven llegó hasta la puerta de su casa y penetró en ella. Despacio, se acercó a tientas hasta las lámparas de aceite dispuestas en el salón para despejar las perturbadoras sombras. Prendió dos de ellas cuya luz sería suficiente hasta que encendiera el fuego del hogar.



Al darse la vuelta, quitándose el abrigo para depositarlo sobre el sillón, las lámparas se apagaron al mismo tiempo...



El joven se giró, confuso. Las ventanas estaban cerradas y no había corrientes de aire de ningún tipo. Comprobó que, efectivamente, el compartimento para el aceite estuviera lleno y la mecha, en perfecto estado. Desconcertado, volvió a prenderlas de nuevo pero al rato... ¡Puf!, volvían a apagarse...


-¡Maldición!- masculló, volviendo a examinar los candiles, no hallando nada extraño en ellos-. Encenderé la chimenea, pues.



Y a ello se dispuso. A los pocos minutos, la leña ardía con intensidad, proporcionando una atmósfera acogedora. Sonriendo ante lo ridículo que le resultaba haberse asustado ligeramente por aquella tontería, se dirigió a su habitación, que se encontraba al fondo de un largo pasillo, para coger algo de lectura y sentarse a disfrutarla mientras esperaba a que el sueño le venciera.



No le hizo falta encender ninguna lamparilla en su cuarto ya que no iba a tardar en coger el libro que reposaba sobre la mesilla y volver por donde había venido. Sin embargo, al girar para regresar al pasillo notó que estaba tan oscuro como antes...


… con un gemido de asombro, el joven constató que la chimenea, llena de troncos resinosos, que debería estar ardiendo enérgicamente, estaba apagada...


...y un estremecimiento recorrió su espalda cuando notó un extraño frío...


El joven profirió un alarido, dejando caer el libro cuando sintió como si algo rozara su espalda, como si una presencia estuviera detrás de él. Girándose lentamente, con la frente perlada en sudor, constató que no había nadie...


-La imaginación me está jugando una mala pasada...- susurró.

-........

-¿Q-qué ha sido eso?

-.........

-¿Quién está ahí?- preguntó, sobresaltado.


A sus oídos llego de nuevo el motivo de su alarma. Un susurro, como si alguien exhalara el aliento...


-¡Ésto no tiene gracia!- aseguró, apresurándose desde el pasillo hasta el salón para coger algo que le sirviera de arma-. ¡Aquí no hay nada que robar!

-........- volvió a oírse.

-¡Salid ahora mismo de donde quiera que os escondáis!- gritó, blandiendo el atizador de la chimenea.



Asustado, miró de hito en hito todos los rincones de la sala. La casa no era demasiado grande, el pasillo daba a su habitación al fondo y se bifurcaba a la izquierda, donde estaba la entrada a la cocina y a la derecha, dando a una puerta que llevaba al patio trasero y de allí, a la letrina situada en el exterior. Sin embargo, el salón era muy amplio, con varios muebles, con un sentido más práctico que estético diseminados aquí y allá. Sobre la mesa del comedor, se hallaban sus herramientas de arqueología, una de sus aficiones favoritas. Allí estaba su visor, con el trípode plegado. La luz del mismo, que indicaba en diferentes tonalidades la cercanía de algún objeto interesante estaba encendida... y se encontraba en verde, señal de que había algo cerca...



-Pero si he mirado los alrededores de esta casa mil veces, y nunca he encontrado nada digno de ser desenterrado...



Con inquietud, se acercó hasta el visor, y extendió la mano para cogerlo, comprobando con ello que temblaba. Extendió el trípode y apoyó el aparato en el suelo. La luz verde brillaba con intensidad. Abrió la mirilla con dedos inseguros y se agachó para mirar a través de ella...



Una neblina verdosa cubría el campo de visión del aparato, algo normal cuando había poca luz. Despacio, fue girando el visor hasta abarcar la totalidad de la sala, deteniéndose a la entrada del pasillo.


-¿Qué coño...?


Ajustó el ángulo y la lente, para enfocar lo que en principio le había parecido una mancha borrosa hasta que pudo ver con claridad aquello que había llamado su atención. El pasillo aparecía en el visor lleno de... ¿cuerdas?. Jirones de cuerda parecían colgar del techo, ajados y bamboleantes, mostrando una macabra escena.



El joven levantó la vista, casi presa del pánico, para constatar que allí no había nada. Sin embargo, al mirar de nuevo por el visor las vio. Las fantasmales cuerdas que no parecían colgar de ningún sitio en concreto...


… y una sombra blanquecina que cruzó por delante de la puerta de su habitación, pasando de un lado de la bifurcación, al otro... lentamente...


Con un respingo, se separó bruscamente del aparato, mientras el sudor bajaba en gruesas gotas por su rostro y su respiración se entrecortaba.



-¡En el pasillo no hay nadie, joder! ¿Me estoy volviendo loco, acaso?


A pesar del terror, la necesidad de saber qué estaba ocurriendo lo instó a mirar de nuevo. Necesidad o necedad...


Porque cuando volvió a hacerlo lo que vio fue una etérea figura plantada justo delante de su cuarto, mirando hacia el salón, hacia él. Parecía una mujer, vestida con un camisón blanco, cuya cara era imposible de ver, oculta bajo una oscura melena. La mujer extendió ambas manos y tocó la pared a su espalda...



Con horror, el joven vio como dejaba impresas unas huellas que se le antojaron grotescas. Huellas que empezaron a reproducirse a lo largo de la pared de ambos lados del pasillo, como si cientos de manos estuvieran apoyándose en ellas, acercándose...

-.......

-.........


Ahora los escalofriantes murmullos, similares al sonido de la respiración, se oían con más claridad y parecían ser muchos.



Con un alarido producto del más absoluto terror, el joven se giró, derribando el visor al suelo y echándose a correr hacia la salida pero al llegar... la puerta se negó a abrirse.



-¡Ábrete, joder! ¡Ábreteee!- gritaba a pleno pulmón, tirando desesperadamente del pomo, pero era como intentar mover a un titán, puesto que no cedía un ápice.


Apunto del colapso, un sonido hizo que se detuviera de golpe, atenazando sus músculos. Un gruñido...


Despacio se giró...

… para ver delante de él la silueta de lo que parecía ser un perro... pero aquello no se parecía a ningún animal que hubiera visto antes.



Sus formas eran jirones brumosos de oscuridad, que fluctuaban y se retorcían a su alrededor. Donde debían estar los ojos, en su lugar brillaban dos ascuas que ardían con el fuego del infierno. Detrás de la bestia, se hallaba la figura de la mujer que había visto a través del visor, pálida, fantasmagórica. Con ojos desorbitados vio como las huellas que estaban impresas en el pasillo avanzaban también por las paredes del salón...


No podía ver su rostro, oculto entre los cabellos, pero sí sus labios, que se retorcieron en una horrorosa mueca a modo de sonrisa, mientras lentamente, extendía los brazos en una invitación...


… y la boca de la bestia se abría desmesuradamente, como ninguna boca podía hacerlo, mostrando a través de ella unos aterradores colmillos...


… y una carcajada demente se oyó desde todos los rincones de aquella casa...”





La voz del joven cesó, esperando por la reacción de los oyentes, que parecían estar expectantes e incluso algo nerviosos.


-¿Q-ué le pasó al hombre?- preguntó alguien, en un tartamudeo atropellado.

-A la mañana siguiente, sus amigos acudieron a su casa, alarmados porque no habían sabido nada de él desde la noche anterior. Al intentar llamar a la puerta, la hallaron abierta... Al penetrar en la casa vieron el visor de arqueología en el suelo, junto al cadáver del joven...

-¿Lo había devorado la bestia?- preguntó el orco que quería un relato sobre batallas.

-¿Encontraron las huellas?- preguntó otro.

-En la casa no había huellas, ni cuerdas, ni ninguna mujer... tampoco había marcas de dentelladas en el cuerpo del joven, ni ningún signo de violencia...; su cabello se había vuelto totalmente blanco, enmarcando un grotesco rostro que expresaba el más absoluto horror, en un gesto desencajado... Había muerto de miedo...



Más de uno de los que habían estado escuchando la historia tragaron saliva ruidosamente.



-Espero que el relato haya sido del agrado de todos- dijo el joven, sonriendo.

-Chico, me has erizado hasta los pelos del cogote...- dijo el hombre al que primero le había apetecido escuchar una historia-. Te mereces un aplauso.


Empezó con unas breves palmadas, que fueron acompañadas sin dudarlo por otras manos, en una ovación que el joven recibió con una educada reverencia. El gesto sirvió también para que la tensión en más de uno de aquellos pasajeros se relajara, agregando unas risillas nerviosas de paso.



Poco a poco se fueron dispersando, dejando al joven con sus compañeros y con Danielle, que parecía lívida.


-¿Os habéis asustado, querida?- preguntó Eléboro, con sorna.

-Me habéis dejado muerta de miedo- dijo la muchacha al joven-. Dudo que pueda conciliar el sueño ésta noche...

-Lo mejor para eso es que no durmáis sola...- aseguró la enana, con un pícaro guiño hacia su apuesto compañero, levantándose para estirar las piernas.



Un rato más tarde, la enana se encontraba en compañía de Puíta, cuyo rostro continuaba pálido.


-¿Aún estás mareado?


El enano negó de forma vehemente con la cabeza.


-Me estoy acoddando del delato...

-¡No jodas! ¿tú también te has acojonado?- preguntó, riéndose.

-Me ha puesto dos pelos de pudta... ¿Tú do te has impdesionado? ¿Ni un poquito?

-Hoombre, para serte sincera, algo sí. Su voz, los gestos de sus manos, la tensión que mantiene... lo hace bien, el puñetero. Y encima va a tener recompensa por ello también esta noche, si es que...


-Hefa...- murmuró Ayubu, que apareció como un fantasma junto a ellos, sobresaltando a ambos, aunque la enana intentó disimular el respingo-. Tá anochecie'do...- anunció. Sus compañeros lo miraron de forma interrogativa.

-¿Y?

-¿Tú ha mirao p'arriba?- preguntó.


Los enanos levantaron las cabezas al unísono como impulsados por un resorte. Entre los restos claroscuros del atardecer, observaron un cielo despejado, que brillaba con una miriada de estrellas, coronado por una hermosa luna llena...


...teñida de carmesí...


En ese momento, el aullido de un animal rompió la serenidad del sonido de las olas contra el casco del barco en su lento avance...



-E'ta noche e'tará llena de vudú...- les dijo el trol, luciendo una macabra sonrisa en su rostro pintado, para alejarse luego, silencioso como una sombra.


-¿Elébodo?

-Dime...

-¿T-te impodta que duedma contigo también hoy?- preguntó, tragando saliva.

-En absoluto...

3 comentarios:

  1. Despierto de mi sueño con la extraña sensación del miedo recorriendo mi espina dorsal,para mirar a mi alrrededor y ver que solo puedo aferrarme a la almohada y compartir mis temores con la soledad...

    (Jodio narrador...estas cosas se avisan!^^)

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  2. Dios, es mas terrorífica que "el reflejo". Ya sabes, la historia de un vigilante humano que se queda atrapado en un albergue de las montañas de Alterac junto a su familia y acaba volviéndose loco por culpa del aislamiento, intentando matar a su familia. Hace poco, en el teatro de Ventormenta, el genial actor Draenei Drag Nicholson hizo una interpretación sublime del vigilante.

    Tranquila ¿que daño puede hacer una simple luna roja y un aullido de lobo en el mar?. Yo me preocuparia mas por los rumores de la ciudad de Ni´alotha y el dios antiguo que aguarda durmiendo bajo el mar, pero claro, al igual que la historia que acaba de contar el narrador, no es mas que un inocente relato ¿no?.

    (Me a encantado. Siempre digo lo mismo, pero tu incursión en el género de terror también es digna de quitarse el sombrero).

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  3. Conocí esa historia. me la contó un tal Stefan Queen que vivía allende Trabalomas...
    Hablaba bastante con él. Puede que un día os relate una que escuché de sus labios sobre un bufón psicópata venido de Terrallende o la del carruaje maldito con un portal dimensional en su interior...

    Supongo que todo fue un cúmulo de casualidades: la luna teñida de carmesí, el aullido...

    Pero... esperad... eso mismo dijo el protagonista del relato, que no eran más que casualidades...

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