miércoles, 7 de septiembre de 2011

Oh, oh... ¿Y ahora, qué?

-Bueno, aquí es donde nos despedimos, supongo...- dijo la doncella con los ojos brillantes como cuentas de cristal- Mi querido Rüdiger...- la voz de la joven empezaba a quebrarse, emocionada.

-Danielle...- empezó a decir el joven de cabello negro y profundos ojos grises, tomándola de la mano a continuación- Para mí, estas noches que hemos compartido al amparo del arrullo de las olas y la luz de la luna han sido como un bálsamo para mi espíritu- Mientras hablaba casi en susurros, con su dulce y tranquilizadora voz, por el bello rostro de la dama empezaron a correr raudas las lágrimas-. Debo deciros que, aunque nuestros caminos se separen, jamás abandonaréis el profundo hueco que habéis socavado en mi corazón porque haberos conocido ha sido un regalo de los dioses, que han querido premiar a este nefasto servidor...

-Mi señor... os echaré tantísimo de menos que no sé si mi alma podrá recuperarse. Sin vos, las noches venideras se convertirán en un vacío frío y desolado...

-Shhh, no habléis más, mi señora- le pidió él, poniendo un dedo sobre sus carnosos labios-. Las palabras que podamos decir ahora mismo sólo nos proporcionarían un atisbo de alivio en este triste momento. Prefiero que os llevéis con vos ésto...



El joven tomó a la muchacha por la barbilla y la alzó ligeramente para mirarla a los ojos con intensidad. Despacio, acercó su rostro al de ella y posó los labios en su boca, en un gesto dulce que no tardó demasiado en convertirse en un apasionado beso capaz de avivar las calderas del Infierno de tal forma que el calor llegara a los Cielos...



Mientras la pareja daba rienda suelta a su manifestación amorosa, empezó a oírse el taconeo nervioso de una bota, algún que otro bufido exasperado y una ligera risa proveniente de alguien con la voz grave, que curiosamente cesó de golpe, justo después de que a los oídos del joven llegara un sonoro ¡Cloc!... muy parecido al ruido que hacían los puños enanos al chocar contra una dura cabeza enana...



-Nunca os olvidaré...- dijo la muchacha entre suspiros sofocados, muy cerca de su boca, uniendo así ambos alientos, cuando él se separó ligeramente de ella dando fin a la vehemente caricia.

-Que la Legión Ardiente me lleve si mi corazón algún día deja de latir de forma desaforada al pensar en vos...

-Hasta siempre, mi señor...

-Hasta siempre, mi Luz del Alba...



Poco a poco, la pareja se fue soltando las manos, no sin cierta reticencia. La joven dama se acercó al trío que observaba la escena de despedida y se dirigió directamente a la enana de anaranjadas trenzas que permanecía de pie, con los brazos cruzados al pecho.



-A vos tampoco os olvidaré... Ulricka. Habéis sido una grata compañía.

-Que los dioses os guíen, joven dama. Al menos no podréis decir que el viaje haya sido aburrido...- le dijo, esbozando una traviesa sonrisa.


Las mejillas de la muchacha se arrebolaron. Sonrojo que se convirtió en un tórrido escarlata al mirar hacia el compañero enano que estaba al lado y que lucía una gran sonrisa, mostrando un único diente. Nerviosa, desvió la mirada de nuevo a su interlocutora y carraspeó.


-N-no... desde luego que no. Ha s-sido muy... lúdico...

-Yo no podría haberlo expresado mejor.



La mujer sonrió con gentileza y se inclinó en un saludo cortés que fue devuelto por la enana, para darse la vuelta a continuación y dirigirse hacia sus hombres, que la esperaban sobre sus respectivas monturas.



Con un gesto de la mano a modo de despedida, los tres partieron en pos de lo que quiera que les deparara a ellos el destino, mientras los tres compañeros junto al peludo chacal esperaban a que el cuarto componente de su grupo se decidiera a coger sus bártulos y subirse a lomos del brillante frisón negro que pateaba el suelo.



Cuando el joven se dio la vuelta, el trío lo miraba cada uno a su particular manera: la enana, con una ceja enarcada y una media sonrisa, su compañero, de una forma muy similar pero mucho más sonriente, ambos con un brillo picaresco en los ojos. El trol... el trol ni siquiera lo miraba. Parecía entretenido hurgándose entre los colmillos con una uña.


-Me da la impresión de que queréis decir algo...

-Oh, no nada, Dom...- dijo la enana-. Ha sido muy bonito. He estado a punto de llorar...

-Yo he estado a punto de besadte también... Y lo de la Legión Addiente ha sido demasiado... Me cdeía modid- dijo su compañero, llevando el dorso de su mano hacia la frente, en un afectado gesto.

-¿E'tonces soy yo el único que ha e'tao a pu'to de vomitá?- barbotó el trol, rompiendo su mutismo.

-Está claro que las mieles no han sido creadas para bocas de asno...- dijo el joven, riéndose.

-¡Kiá! No te co'fundas... que a mí me gu'ta la mié... y aquí había ta'ta que casi me cag... Bueno, vamo a sé finolih... que casi me hago de vie'tre... patas p'abajo.


Al terminar la frase, el trol hizo una reverencia y los tres no pudieron contener más la risa, estallando en carcajadas que se vieron coreadas segundos después por el propio Narrador.


-Anda que... Pues que sepáis que la echaré mucho de menos.

-Imagino, sobretodo cuando tengas que dormir entre los ronquidos de éstos dos- dijo la enana, señalando a sus compañeros con el pulgar-. Y sin mimitos...

-Por cierto...- dijo el joven, ignorando la última parte de la frase de la enana y cambiando rápidamente de conversación-. ¿Sigues dándole vueltas a tus sueños?

-Eeer... No, he decidido dejarlos como están. No te preocupes por ellos. Se ve que el mar no es bueno para los enanos...

-¡En eso te doy la dazón!- coreó Puíta, dándole un fuerte palmetazo a su amiga en el hombro.


Antes de que la enana devolviera el enérgico gesto, el trol hizo la pregunta clave:


-Bueno, a tó e'to... ¿Ahora p'a do'de vamo?



Eléboro lo meditó unos segundos antes de contestar.


-Tenemos bastantes provisiones con el añadido extra que nos proporcionó el capitán Cánula... Mmmm, creo que primero deberíamos saber cómo ha quedado toda ésta zona después del follón que montó Alamuerte... Estamos en Trinquete, conseguir información por aquí no es demasiado difícil. Que cada uno se de una vueltecita...



Al cabo de una hora, los cuatro se habían reunido de nuevo, todos llevaban consigo algo que aportar al resto.



-La cosa no pinta bien... He conseguido mapas nuevos.

-¿Y eso?-preguntó asombrado el joven Narrador-. ¿Tanto ha cambiado el continente?

-Los Baldíos están partidos por la mitad, no te digo más... Será cabrona la lagartija...

-A mí me han dicho que en Vallefdesno hay un lío monumental entde la Hodda y la Alianza. Gaddosh quiede suministdos pada la guedda a toda costa y los elfos consedvad sus bosques...

-A mí me han come'tao una to'tería sin i'po'tancia... Un rollo sobre Hyjal y los Aspe'tos de lo Vueloh co' suh avatareh... Ysera, Ma'furion y cuatro gato má, pelea'dose con Ra'naroh... o a'go d'eso... No pre'té mucha ate'ción...


Los otros tres miraron al trol con caras de pasmo, mientras éste se encogía de hombros, con total tranquilidad.


-¿Qué pasa?- preguntó, ofendido.

-Esto... ¿Los trol siempre dais así las noticias “Sin Importancia”?

-Decimo lah cosah tá cuá.

-No me digas, cuando el Portal Oscuro se abrió por segunda vez dijisteis algo así como que un tío feo y ciego se podría colar por él, acompañado de una caterva de demonios ¿no?

-A'go así...


La enana no puedo evitar soltar una carcajada ante el ancestral pragmatismo trol.


-Bueno, entonces dejaremos bien lejos de nosotros la zona norte de Kalimdor, a no ser que os apetezca ejercer de héroes...

-Sea como fuere, me da la impresión de que los problemas nos perseguirán allá donde vayamos. El tema del despertar de Alamuerte y el Culto Crepuscular no creo que vaya a permitirnos llevar las vidas normales y pacíficas que tanto hemos ansiado...- dijo el Narrador con evidente tristeza en la voz.

-Míralo por el lado positivo, pequeño. El revuelo a este lado del Mare Magnum parece mayor que en los Reinos del Este. Digo yo que una enana bastarda a la que persiguen los servicios secretos de nuestro querido rey Varian pasará desapercibida- dijo con sorna, guiñándole un ojo-. ¿Que tal si vamos hacia el oeste?

-¿Feralas?

-Desolace, por ejemplo...

-Mmmm- el joven se acarició la barbilla-. Bastante aislado, sí... pero en esas tierras yermas no sé yo...

-Mira ésto- le dijo la enana, enseñándoles el mapa a todos. Con un dedo señaló la zona de la que hablaban.

-Yo veo ahí demasiá agua p'a sé Desolace...

-Y demasiado vedde...

-Los Cenarión han recuperado una parte de la región y la están convirtiendo en un vergel... Y los druidas Cenarión son...

-...totalmente neutrales... ¡Es perfecto!- exclamó el Narrador.

-Pero e'tá a tomá viento de aquí...



Los tres dirigieron sus miradas al unísono hacia Arcturius, que continuaba mirando el mapa como si con él no fuera el asunto. Cuando se percató de los taladradores ojos de sus compañeros, alzó la cabeza.


-No... no...- empezó a decir mientras meneaba la cabeza-. No, no, no, no... tch, tch- chasqueó.

-Tendrás que volar...

-Ni mueddto, os digo yo que no...

-Propongo una cosa- dijo el joven, tranquilizador-. Tanteemos un poco Los Baldíos, por lo menos hasta llegar a la grieta y ver si se puede llegar al otro lado sin sobrevolar la zona y luego... ya veremos.


Eléboro no dejó de mirar a su amigo, que estaba empezando a ponerse amarillo tan sólo con la idea de subirse a lomos de un bicho que no tuviera las patas sobre la tierra, mientras sopesaba las posibilidades.


-No me parece mala idea, si estamos todos de acuerdo- el enano soltó de golpe el aire que había estado conteniendo hacía rato en un sonoro suspiro de alivio-. Al fin y al cabo, nadie nos espera... creo.



Unas horas más tarde, el grupo llegaba con sus monturas al paso hasta el límite de la brecha que se abría ante sus ojos, dividiendo la región en una garganta tan profunda que mareaba con tan sólo echar un vistazo hacia abajo; no en vano la habían llamado La Gran División.

Descabalgaron y comprobaron, pesarosos, que el ancho de la misma hacia el otro lado era inmenso. Las escarpadas paredes parecían haber sido cortadas con la misma facilidad con la que un cuchillo rebanaría una tajada de queso, tal había sido la fuerza del “aterrizaje” de Alamuerte. El calor proveniente de las rocas fundidas del fondo ascendía hacia ellos en potentes y malsanas vaharadas, que se les antojaron muy similares al aliento de los mismísimos demonios.


-Menudo hijo de la gdan...

-...dragona, sí.


Los cuatro miraban boquiabiertos, procurando no acercarse demasiado al filo de la garganta; la profundidad imponía un soberano respeto.


-Parece una herida...- analizó el joven, en apenas un susurro.

-Es una herida. El rastro que ha dejado ese cabrón en todo Azeroth tardará en sanar. Ha mancillado el elemento que debía proteger y restaurar...- La enana miraba aquella cicatriz con los ojos entrecerrados-. Aspecto de la Tierra... Traidor malnacido...- dijo por último, lanzando un escupitajo hacia aquel abismo incandescente.

-¿Qué hacemo, e'tonceh? ¿Seguimo a vé si te'mina en a'gún lao?

-Es eso, o subir hasta el Cruce, que a ti a lo mejor te reciben con los brazos abiertos, pero a nosotros lo dudo mucho...-su mirada azul se posó sobre su barbudo amigo, que se encogió como un niño- O volar...

-Los dioses me tienen manía, segudo.

-En fin...- suspiró la enana-. Seguimos. Así comprobamos si es cierto eso de que te tienen manía...



Cabalgaron en silencio, siguiendo la linde de la garganta, pero las monturas parecían aterradas, así que se vieron obligados a alejarse del filo, cosa que no importaba en demasía porque era imposible perder de vista la monstruosa grieta. El joven Narrador permanecía taciturno, con la cabeza gacha, sumido en sus pensamientos. La enana de anaranjadas trenzas azuzó a su carnero para ponerlo a la altura del elegante frisón del hombre.



-Estás muy callado, mi galán descarado. ¿En qué piensas?

-Oh, en nada en particular...- dijo, carraspeando-. Bueno, tal vez en el incierto futuro que nos aguarda...

-Dominic, eres un excelente actor, pero cuando se trata de sentimientos, mientes con el culo...

-¿Soy un libro tan abierto?- preguntó él, sonriendo.

-Para mí, sí... ¿Cuánto de lo que le dijiste era verdad?


El joven dio un respingo. La perspicacia de su pequeña amiga era asombrosa.


-Todo...- respondió, después de pensar unos segundos sobre qué decirle-. Adornado con caballerosa galantería claro, pero cuando le dije que la echaría de menos y que no la olvidaría, no le mentí.

-¿No te habrás...?

-¿Enamorado?- el joven se echó a reír-. No, tanto como para eso no. Pero fue agradable sentir su contacto, hablar con ella de temas triviales entre las sábanas. Me sentí...

-...Normal, mi pequeño- dijo ella, concluyendo la frase. Al Narrador no le pasó desapercibido el cambio en el apelativo, volviendo a su dulce e íntima forma de llamarlo y el tono de voz entristecido-. Te sentiste como un chico normal, no como un fugitivo...

-Eléboro... tú me has hecho sentirme como un chico normal desde hace veinte años...

-Te he enseñado a robar, a matar y a esconderte... no sé yo si considerar eso muy “normal”...

-Si mi madre no hubiera muerto de unas fiebres al poco de darme a luz- empezó a decir con su grave y meliflua voz-. Si mi padre no hubiera sido asesinado por una banda de orcos embrutecidos por la bebida y la sed de sangre humana... Si nada de eso hubiera ocurrido, puede que hubiera tenido eso que tú consideras una vida normal. Puede que estuviera casado, con hijos y tuviera una profesión honrada. Carpintero, por ejemplo, me hubiera gustado ser carpintero. Me gusta el olor de la madera...- en ese instante se giró para mirar a su pequeña amiga a los ojos-. Pero ocurrió... y lo único que me deparaba el futuro era una muerte agónica a manos de aquellas bestias. Sin embargo, los dioses quisieron para mí que un ángel de cabello naranja se cruzara en mi camino y... ¿Sabes qué? Aquel ángel me proporcionó un refugio entre sus propios brazos y entre los de la única persona en la que podía confiar, esa tauren a la que yo llamaría con gusto “Madre”. Nunca le faltó de nada a aquel niño flacucho de pelo negro y asustados ojos grises que yo era. Un techo, comida, calor, una excelente educación y el inmenso amor de unos padres que yo ya no tenía... Me enseñó a protegerme a mí mismo y a proteger a mis seres queridos... A pasar de ser un niño, a un adolescente con las mismas inquietudes que cualquier otro chico de mi edad, ya sabes, el anhelo de conseguir que alguna jovencita de hermosos rasgos e incipientes formas se fijara en mí- le dijo, guiñándole un ojo-. Y al final, me convertí en un hombre... y mírame...No lo has hecho tan mal ¿No? ¿Tú que crees? Yo diría que, hasta este mismo instante en el que estoy hablando contigo, he tenido una vida normal... ¿No dices nada a eso?

-N-no creo que me salgan las palabras...

-...Pues no haber hecho aseveraciones subjetivas de lo que se supone que es normal...- le dijo, con una sonrisa capaz de desarmar al Rey Exánime.

-¿En serio has aprendido de nosotros a ser así? Porque hay veces que no me lo creo...

-Entonces debieras tener más fe en ti misma.

-Eres un hombre maravilloso...

-¿Hombre, no niño?-. Preguntó él, con una ceja alzada y una sonrisa divertida.
-Hace tiempo que no veo un niño en ti y sabes que no tiene nada que ver con tus habilidades seductoras. Eres un hombre maravilloso y tus padres hubieran estado muy orgullosos de ti... como lo estoy yo.

-Al igual que los tuyos... y no me refiero al dueño de la semilla que germinó en el vientre de tu madre, sino a los de verdad, e incluyo también a Björn. Y si el que se sienta ahora mismo en su enjoyado trono te conociera y aún así, no lo estuviera, es que no se merece tener a Arabelle por hija...



De improviso, Eléboro cogió impulso y se puso de pie sobre el carnero, que se asustó ante la inesperada acción. Con un chistido la enana lo calmó y soltando las riendas, saltó hasta la grupa del frisón azabache. Colocándose en la parte de atrás de la silla, abrazó al joven con todas sus fuerzas.


-Shhh, ni una palabra, Dominic- susurró con la voz ahogada por las ropas del hombre-. No digas ni una palabra...


-Ya l'a dao a la hefa... ¿A ti t'abraza así, co'pañero?- preguntó el trol en voz baja y una risilla ahogada.

-No tanto como yo quisieda...

-¡Haz otra mención al número de momento tiernos que hemos tenido tú y yo y probarás cuánta profundidad tiene la garganta ésa!- gritó la enana, sin despegarse de la espalda del Narrador.

-Jodé, bro... menúo oído tiene.

-Ya te digo...




Una hora más tarde seguían viendo la fisura, que parecía interminable. Los únicos ruidos claramente presentes eran el retumbar de los cascos, pezuñas y garras de las monturas, las rachas de viento seco y ululante, y un constante rumor cavernoso que provenía de la grieta y que empezaba a ponerlos nerviosos.


Eléboro estaba a punto de hacer una propuesta para romper la monotonía del sonido cuando el Narrador pareció adivinar sus intenciones y el silencio se hizo añicos, pero de una forma distinta a la que estaban acostumbrados. Con un armonioso tono, el joven comenzó a cantar...



“Alza tus alas, vuela hacia el sol,
No mires hacia abajo, siente su calor,
No oigas la lucha que retumba a tus pies,
No veas las lágrimas y la sangre caer.

Alza tus alas, vuela hacia el sol,
No desvíes la mirada, siente su calor,
Prepara tus garras, hazlas brillar,
Y baja en picado, con honor y lealtad.

Despeja la ira de tu corazón,
Defiende tu causa con orgullo y ardor,
Junto a tus hermanos, con fiereza lucharás,
Y sobre tus enemigos, la sombra caerá...”




Cuando la voz del Narrador cesó, dando por finalizada la tonada, el resto de sus compañeros tardó unos segundos en reaccionar. Ayubu fue el primero en dar unas palmadas aprobatorias.



-Chico, ha'ta a mí me ha i'presionao... y eso que loh tró preferimo loh tambore...

-La leche, Dom... ¿Por qué coño no te he oído cantar antes?

-Porque suelo cantar para... hum...-carraspeó, nervioso-... las damas. ¡N-no me malinterpretes! No estoy diciendo que no seas una dama...

-¡Serás capullo!- estalló ella, dándole un palmetazo en la espalda para luego echarse a reír- ¿Antes o después de levantarles las faldas?

-En... ambas ocasiones...

-Mientdas no sea dudante...

-¿Te imaginah, bro?- dijo el trol, estallando en una de sus típicas risotadas, a la par que se golpeaba el muslo.



En ese instante, pareció como si todos, incluyendo al joven Dominic, se imaginaran la escenita del “durante”. Si había enemigos cerca, cosa de la que no estaban seguros, quedaron avisados con el coro de carcajadas.


-Ay, cómo somos... Tendremos que empezar a llamarte "Trovador"...- suspiró la enana enjugándose las lágrimas, que ésta vez eran de risa, con un dedo-. Ahora en serio... ¿Donde la aprendiste? Porque yo te he enseñado canciones de otro tipo...

-Que segudo que también le canta a las damas...

-Esa me la enseñó Tirma. De hecho me la sé en taurahe también. Estoy pensando que podría contaros aquella vez que... ¡Mierda!


-¿Aquella vez que miedda?- preguntó Arcturius de guasa, hasta que se percató de lo mismo que había llamado la atención del joven-. Miedda...- susurró.

-Me parece que a a'guien má le ha gu'tao tu a'tuación, o eso ehpero...


Eléboro asomó la cabeza por detrás del Narrador para ver que delante de ellos, a unos cuantos metros de distancia, una figura parecía observarlos. Desde la posición en la que se encontraban, el desconocido quedaba de espaldas al sol y a ellos los golpeaba de frente, impidiendo identificar qué tipo de criatura les esperaba, pero a la enana no le hizo falta ver con claridad aquella silueta para saber de qué se trataba. Despacio, su vista se desplazó hacia los promontorios colindantes para constatar lo que en un primer vistazo se temió. Allí estaban los gigantescos zarzales...


-Mecag...- susurró entre dientes-. La fisura nos ha desorientado...y nos hemos metido de cabeza en un poblado de Jabaespines...






N. del P.: El tema "Rosmarin" del grupo (c) Faun podría sonar de fondo en este relato... ;)