domingo, 12 de junio de 2011

Carpe Noctem...

-Creo que es hora de ponernos en camino- dijo Eléboro al resto del grupo.



Llwyn los había dejado con la promesa de volver a encontrarse algún día, llevando consigo la noticia de su marcha para comunicarla a su hermano, el sacerdote. Con un abrazo, el druida de largo cabello verde y la enana de anaranjadas trenzas, se despidieron sin decirse nada más, porque no era necesario. Esa noche, ella había decidido abrir su corazón y él había agradecido el gesto, sintiendo cada palabra pronunciada por aquellos labios como sólo un kaldorei podía hacer.




Después de la despedida, decidieron dormir algo hasta el amanecer para luego poner rumbo a Tuercespina. El viaje sería largo y necesitaban descansar, aunque hubo alguien que no pegó ojo en lo que restó de noche. El joven de cabello negro como ala de cuervo abrió los suyos, en el soñoliento estado previo al despertar, para comprobar que su amiga descansaba, mirando el cielo que empezaba a teñirse con las tenues luces del alba. Con una mano apoyada bajo su cabeza y la otra sobre el pecho, el hombre comprobó que la enana sujetaba con fuerza la daga que había cambiado su destino; sus enrojecidos ojos decían a todas luces que no había dormido absolutamente nada, perdida en sus recuerdos.


-Eléboro...¿estás bien?- susurró él, con la preocupación en el rostro. Ella se giró y sonrió débilmente.

-No te preocupes por mí, estoy bien. Vuelve a dormir...

-He dormido suficiente, cosa que no se puede decir de ti.

-Pensaba pequeño, pensaba...- con un rápido movimiento, la enana se puso en pie, guardando la daga a continuación en su bolsa-. Bueno, si te vas a quedar despierto entonces ayúdame a preparar algo para desayunar- le dijo, con una sonrisa.

-¿Y éstos?- preguntó él, señalando a sus compañeros, que dormían a pierna suelta.

-Déjalos roncar un poco más; no sé ni cómo no hemos atraído algún bicho infame con su sutil forma de descansar...



Los dos rieron al unísono, observando a la pareja acostada. Puíta yacía despatarrado sobre su manta, emitiendo estruendosos ronquidos y Ayubu dormía plácidamente con Nzambi encima de su abdomen. En algún momento de la noche el chacal, que descansaba a los pies de su amo, había ido ganando terreno hasta acoplarse en un lugar más acogedor.



Al cabo de un buen rato, los cuatro ya estaban preparados para internarse en los caminos que los llevarían hasta su destino.


-Éste parece ser el recorrido más cercano para llegar a Tuercespina y de ahí, a Bahía del Botín- dijo la enana, señalando la zona en el mapa que llevaba consigo-. Iríamos mucho más rápido si alguien no le tuviera pánico a volar...-terminó, mirando a Puíta con una sonrisa socarrona.

-Do siento Edébodo, pedo soy un enano ad que de gusta sentid da tieda bajo dos pies.

-Ye'do co'migo no vá a tené p'oblema p'a llegá- aseguró Ayubu-. Me cono'co esa se'va como la p'ama de mi mano...

-No lo pongo en duda, pero ni se te ocurra llevarnos a hacer turismo...

-Loh Loa me libren, hefa- dijo, poniéndose una mano sobre el pecho, en un gesto inocente.



Una horas más tarde, bien entrado el día, se internaban en la selvática y peligrosa zona del Norte de la Vega de Tuercespina, tierra de fieras y trols...



-¿Tienes familia por aquí, Ayubu?- preguntó la enana, rompiendo el acompasado sonido de los cascos de las bestias.

-¡Kiá!- chasqueó, negando con la cabeza-. Yo me crié en e' poblao Sañadiente. Au'que mi padre era Secaco'teza...

-¡No jodas!- exclamó Eléboro, con asombro-. Siempre pensé que eras Lanza Negra.

-Y soy La'za Negra... la mitá, a meno. De toas fo'mas no hago mucho caso de la tribu, yo soy tró, a secah, peeeero...

-¿Pero?

-...me llevo mu má co' lo Sa'grapelleho. Te'go un problema pe'soná con Gan'zulah, su hefe...- aseguró, con una sonrisa siniestra.

-Bueno es saberlo, por si nos encontramos con alguno- dijo el joven, con un suspiro.

-Dehemo e'tonce la' ruina' tra'quila, sobretó la' de Zul'kunda...



En ese momento, escucharon un grito desgarrador que parecía provenir no muy lejos de donde estaban.


-¡Eso ha sonado a doncella en apudos!- gritó Puíta, espoleando a su carnero antes de que a sus compañeros les diera tiempo a reaccionar.


Eléboro resopló exasperada.


-Dichoso enano y su debilidad por las faldas...- bufó, restallando las riendas de su animal para ir en pos de su alocado amigo.


Al llegar, vieron a dos hombres y una mujer, montados sobre unas cabalgaduras que estaban atenazadas por el pánico. Frente a ellos se alzaba amenazador un gigantesco tigre blanco que rugía con ferocidad, asustando a los caballos. Uno de los hombres consiguió controlar su bestia lo suficiente como para sacar un rifle que llevaba a la espalda y apuntar con él al felino. Ayubu dio un respingo sobre Bantú, su raptor, al ver el gesto y corrió hacia el humano como una exhalación.



-¡Ni se te ocurra dispará a ese gato!- gritó, bajándose de un salto del raptor antes de frenarlo. Aterrizó ágilmente sobre ambos pies, interponiéndose entre ellos y el tigre-. No atacará si no lo hacéih vosotro primeroh...

-¡Apártate sucio trol, o te abatiré a ti también!- gruñó el hombre.

-Yo de vos no haría eso- dijo Eléboro, con calma-. Ese “sucio trol” es amigo mío...

-¿Y quién demonios eres tú?- preguntó el humano, encarándose con la enana.

-¡Sven!-gritó la mujer-. ¿Qué modales son esos ante quien os trata de vos?- preguntó, indignada.



Haciendo caso omiso de la refriega que estaba a punto de formarse a su alrededor, Ayubu se dio la vuelta y se agachó frente al enorme felino, alzando la mano a la vez que cantaba en una extraña lengua. Todos los presentes dirigieron sus miradas hacia el trol, que continuaba su cántico mientras lentamente, acercaba la mano a la cabeza del animal. Con asombro, el trío de humanos vio como la bestia parecía relajarse, convirtiendo sus rugidos amenazadores en gruñidos roncos hasta que Ayubu consiguió acariciar la testa, cesando así su melodía. Con unas palabras del trol, pronunciadas de forma dulce y tranquilizadora, el tigre echó a correr, desapareciendo entre la espesura de la jungla.



-Habéih e'tao a pu'to de matá a un cachorro de Ba'galash...- dijo, poniéndose en pie. Ignorando al humano que aún sujetaba el rifle entre sus manos, se subió a lomos de Bantú, seguido de cerca por Nzambi, que gruñó al pasar junto al hombre.

-Sven, creo que le debes una disculpa a éstos caballeros... y a la dama- dijo la joven.

-Lo siento, me ofusqué y actué pensando que iba a devorarnos...- dijo, casi a regañadientes.

-Discu'pas ace'tadas. Pero tené en cue'ta que las be'tias tamién se asu'tan. Ya basta'te tienen co' lo' chiflao de Nesi'wary.

-Os pido disculpas yo también. Somos viajeros e íbamos camino de Bahía del Botín cuando fuimos sorprendidos por el animal- dijo la mujer, mirando directamente a la enana.

-No tenéis por qué, se aceptan igualmente. Si no os importa, proseguiremos nuestro cam...

-Tal vez podríamos acompañaros, si mis compañeros no tienen inconveniente. Vamos en la misma dirección.



Eléboro se giró, fulminando con la mirada al dueño de aquella arrobadora voz. Con sorpresa descubrió que el joven de oscuro cabello observaba a la mujer con un brillo de complacencia en sus profundos ojos grises.


-¿Haríais eso? Sois todo un caballero, sin duda alguna...
-Una agradable compañía siempre viene bien y vuestra obnubilante presencia es más que bienvenida...


El enano tuvo que contener la risa que amenazaba con brotar de su garganta, provocada a partes iguales entre el énfasis poético del joven y la cara de “Yo a éste lo mato” de su amiga de anaranjadas trenzas.



-No tengo... inconveniente alguno...- masculló Eléboro entre dientes, sin apartar la mirada del joven.

-A mí lo mi'mo me da, sie'pre y cua'do no vayáih a matá a otro gato...

-Pod mí, pedfecto.

-¡Sea pues! Os estoy realmente agradecida.



Y así, los siete se pusieron en camino de nuevo, con sus nuevos acompañantes encabezando la marcha.


-¿Y yo soy el de las faddas?- preguntó el enano, sonriendo abiertamente mientras dirigía un pícaro guiño a la malhumorada enana.


Ésta se adelantó hasta ponerse a la altura del joven, al que agarró por una manga para obligarlo a refrenar su montura hasta quedar al paso junto a ella.


-¿”Obnubilante presencia”?- preguntó en un susurro-. Sólo te faltó decir: “Oh, en verdad os digo que sois una gran beldad...y bajo vuestras calzas deseo reposar...” aunque, no me lo digas, eso viene después ¿no?

-¿Qué tiene de malo que escoltemos a ésta gente hasta que lleguemos a Bahía del Botín?

-De malo nada, sólo si tenemos en cuenta que estamos “huyendo”...

-Eléboro, no tienen pinta de ser del IV:7...



En eso tenía razón: los hombres llevaban ropas de calidad y la experiencia le había dado la habilidad de detectar el peligro en los rostros y la forma de moverse de las personas; éstos no parecían ni siquiera saber defenderse a sí mismos. Ella llevaba un vestido, a todas luces caro, que la obligaba a mostrar más piel de la debida a la altura de los muslos, al montar a horcajadas. Un hermoso cabello castaño, cuyas ondulaciones caían sobre sus hombros, un físico atractivo, una piel fina y unas manos bien cuidadas, la identificaban como una joven de buena posición, poco acostumbrada al polvo del camino. La enana se resignó al mirar a aquella mujer; no le extrañó que hubiera desatado pasiones entre sus compañeros...



-Haz que merezca la pena la pérdida de tiempo, como mínimo. Tienes dotes para eso, galán descarado...- dijo al final, dándose por vencida.


Al joven se le iluminó el rostro ante el beneplácito de su amiga, aunque fuera con un refunfuño.


-Te debo una- dijo él, acercando su montura para tomar a la enana de la mano y depositar un caballeroso beso sobre ella.

-Me la cobraré, no te quepa duda...- contestó, dando una palmada a la grupa del frisón negro del joven, que corrió presto hacia la chica-. ¡Tsé! ¡Tú quieto aquí!- dijo, sujetando por la brida el carnero de Puíta, que parecía ir en la misma dirección-. Olvídate de esa falda...

-¡Oh, vaya!... ¿No poddé competid?... ¡E-eda bdoma!- agregó al ver la furibunda mirada de su amiga.

-¿Eres tú el único que piensa con la cabeza, Ayubu?- le preguntó la enana al trol, cuando pasó por su lado.

-No me gu'ta esa humana flacucha- dijo él, encogiéndose de hombros-. De toas fo'mas loh tró noh apareamo una vé en la vida... y no pensamo demasiao...


La respuesta arrancó la risa de la pareja de enanos.



Llegaron a las puertas de Bahía del Botín siendo ya de noche, para constatar que el retraso sufrido por ir acompañados les había supuesto perder el último barco que zarparía ese día rumbo a Trinquete.

-El “Fantasía de la Doncella” no partirá de nuevo hasta el amanecer- les aseguró un marinero que recogía unas jarcias.

-¡Oh vaya!...- murmuró la joven, que parecía hasta sorprendida-. Entonces tendremos que quedarnos aquí ésta noche. ¿Nos hacéis el honor de aceptar una cena con nosotros? ¡Por cierto! Tú eres Rüdiger- dijo, señalando al joven de cabello negro, lo que provocó que la enana arqueara las cejas en un curioso gesto-. Mi nombre es Danielle, ellos son Sven y Ulmar...¿y el vuestro?

-Gustav Puño de Hieddo, pada sedvidos- contestó Puíta, haciendo una profunda reverencia.

-Ayubu.

-¡Qué pintoresco! ¿Significa algo en vuestra lengua?

-E' Devoradó...- contestó, pasándose la lengua por los labios en un gesto que casi hizo gritar a la muchacha. Luego se marchó, sin más, con Nzambi correteando a su lado.

-No le hagáis caso- dijo la enana, sacando a la joven de su horrorizado estupor-. Yo soy... Ulricka. Y sí, estaremos encantados de que nos “invitéis” a una cena...; nos vemos en la posada.



La joven aceptó el compromiso con una educada inclinación de cabeza. Creyó recordar haberlos invitado a compartir con ellos una cena, no a hacerse cargo del pago, pero Eléboro había torcido la situación a su favor, cambiando una simple palabra que sabía que la muchacha no iba a discutir. Se notaba una mujer refinada que no podía permitirse el rebatir asuntos que concerniesen al vil metal...


Con una sonrisa de triunfo, la enana de anaranjados cabellos arrastró consigo al joven, dirigiéndose junto al resto de sus compañeros a la posada.


-¿¿Rüdiger??- le preguntó, cuando estuvieron lo suficientemente lejos.

-Fue el primer nombre que se me vino a la cabeza. Tirma tenía un amigo de la sociedad de Boticarios que se llamaba así...

-Entre ese y lo de “Gustav Puño de Hierro” me habéis matado...- dijo riéndose, pero al poco se paró, pensativa.

-¿Ocurre algo?

-Ocurre... que acabo de darme cuenta de que llevas tanto tiempo ocultando tu nombre que ya lo haces instintivamente...- contestó, apenada-. Ya no tienes que distraer “las atenciones” de aquellos que intentaban saber sobre mí...; estás conmigo, soy yo la que te protege ahora...


El joven la miró emocionado para tomarla luego de la mano y evitar que siguiera andando. Se arrodilló a su lado sin importar quién estuviera observando y le depositó un beso sobre la frente.


-Eléboro...no, Arabelle... eres el sol que ilumina mis mañanas...

La enana lo abrazó a su vez.

-Y tú eres el apuesto joven que tiene mi corazón guardado bajo llave, mi pequeño Dominic...


-¡Qué momento más bonito! ¿No, Gossyk?


La frase, proferida en un grosero tono, con una chillona voz, hizo que ambos se giraran para encontrarse con una pareja de guardias goblins.


-¡Id a una posada, joder!- les espetó el tal Gossyk-. Qué asco me dan éstos que se lo montan con cualquier raza...- susurró al pasar por su lado, para luego escupir en el suelo mientras se alejaba con su compañero, emitiendo sonoras risotadas.


El joven se crispó ante el comentario y se levantó hecho una furia con la intención de hacerles pagar caro el insulto.


-¡No! Déjalo estar...- pidió Eléboro, sujetándolo por la camisa-. Estamos en su ciudad, son sus normas, no quiero problemas...

-¡Les padtía la cada a patadas!- rezongó Puíta, que permanecía junto a ellos.

-Hace tiempo que aprendí que si por cada afrenta que recibimos pagásemos a cambio con los puños, no tendríamos más que dos muñones en lugar de manos...; no merece la pena. Vamos, que no quiero hacer esperar a nuestra anfitriona, ni quiero que la comida me siente mal. Además, hay que alquilar las habitaciones- dijo, al tiempo que se levantaba y se encaminaba hacia la taberna.

-Mmmm ¿Una pada cada uno?- preguntó el enano risueño, para suavizar la tensión del ambiente.

-Ni de coña, cogeremos dos y las compartimos... ¡Yo con él y tú con Ayubu!- aclaró, viendo las aviesas intenciones de su amigo-. Que entre los ronquidos de los dos, ni os enteráis...



Poco después estaban disfrutando de una opípara cena, regada con excelente vino, patrocinada por Danielle y sus acompañantes. Charlaban alegremente, pero la trivialidad de dicha conversación y las miradas penetrantes, casi apasionadas que se dirigían Danielle y “Rüdiger”, empezaban a cansar a la enana, agotada ya de por sí. Sucedería lo que tuviera que suceder y Eléboro no tenía dudas sobre las altas probabilidades de que la noche acabara para ellos dos entre un revoltijo de encajes, pololos y piel regalada con caricias...



-Señores, señorita..., si me dispensáis, me retiro a descansar- anunció, reprimiendo un falso bostezo-. Ha sido una agradable velada.

-Lo mismo os digo Ulricka, vuestra compañía ha sido un placer- contestó la joven.

-Que paséis buena noche...- se despidió con una sonrisa traviesa, para luego acercarse al joven, haciendo ver que le daba un casto beso en la mejilla-. A ti ni te espero...-le susurró al oído.



Con paso decidido subió las escaleras que la conducían a su habitación, en la que tendría toda la noche para dormir... o pensar...


Una horas más tarde, alguien tocó débilmente a su puerta.


-¿Elébodo?- preguntó la voz de Puíta, con timidez.

-Pasa, estoy despierta...- contestó ella. El enano penetró en la estancia, iluminada con el tenue resplandor de un candil.

-No puedo dodmid con los donquidos de Ayubu... de todas fod...- se interrumpió al ver a su amiga, sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero y los ojos lacrimosos-. Elébodo...

-Estoy bien, no me pasa nada- dijo ella, sorbiendo por la nariz-. Es sólo que yo tampoco puedo dormir... ¿Qué haces?- preguntó al ver que el enano se quitaba las botas y se subía de un salto a la cama, acomodándose junto a ella.

-Haced compañía a una insomne. Si no bodemos dodmid ninguno de los dos...; si quiedes me voy.

-No, quédate.


Durante unos minutos permanecieron en silencio, mirando al vacío, hasta que Eléboro preguntó:


-¿La echas de menos, Arcturius?


El enano enarcó una ceja, interrogante, hasta que comprendió.


-Bastante- contestó-. Aunque guaddo esa noche como un tesodo aquí dentdo...- dijo, señalándose el pecho con un rechoncho dedo-. Tú también do echas de menos ¿veddad?

-Demasiado...; anoche fui plenamente consciente de hasta qué punto.


Unas silenciosas lágrimas bajaron por sus mejillas.


-Ven aquí, anda- dijo él, cogiéndola por los hombros y acercándola a sí-. Mida que buedes llegad a sed tedca. Siempde disimulando pada que los demás sigamos con nuestdas vidas; pedo yo soy enano, no gidipollas. Además, sólo be llabas Adctudius cuando estás tdiste o sedia...


Eléboro emitió una ligera y cansada risa.


-Me tienes calada, puñetero enano- dijo, aceptando los brazos que se le tendían-. No sabes cuánto necesitaba ésto...

-Pues cuando quiedas un abdazo, no tienes más que pedídmelo. Tú pide pod esa boquita, que si quiedes adgo más...

-Ni lo sueñes- contestó ella-. Baja un poco más la mano y despídete de ella.

-No peddía nada pod pdobad.

-Capullo...

-Yo también te quiedo...



Y así, los dos enanos se quedaron abrazados en el silencio de aquella habitación. Él con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y ella acurrucada entre sus piernas, apoyada sobre su pecho. Escuchando la acompasada respiración de su compañero, Eléboro se quedó profundamente dormida, mientras él no tardaba mucho más en rendirse al cansancio.


Sólo aquel enano de barba y cabello castaño y dulces ojos azules que, como bien le había dicho ella una vez, no era una belleza, conocía las auténticas debilidades de la amiga que se cubría con una gélida coraza de fuerza desde que la había conocido.


Curiosamente, Arcturius ni se movió, ni roncó aquella noche...



*N. del A.: Carpe Noctem significa: "Disfruta la noche". Literalmente, "cosecha la noche" en latín. Como se puede ver, cada uno lo hizo a su manera...

3 comentarios:

  1. Tumbada en la cama,entre la neblina del sueño recuerdo a una mujer llorando y a un amigo que acude para su consuelo,alli tumbada,acariciada por la madrugada sonrio pensando en mi fortuna por contar con amigos asi,a los cuales adoro.

    Una eterea enana de anaranjadas trenzas se sienta a mi lado para abrazarme.

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  2. Algunos momentos pueden durar minutos, otros pueden durar dias, otros pueden durar meses ¡¡o incluso años!! pero lo que deberia ser ajeno a nuestro interes no es el cuanto, sino como llenamos esos momentos de magníficas sensaciones. Cada momento dura lo que tenga que durar, pero no empañemos su inmenso valor por lo efímeros que sean, sino dejemos que den alas a nuestro espíritu al recordarnos que la felicidad no nos está vetada.

    El narrador con la zagala, el Puita con el recuerdo de Nofer, Eléboro rememorando el calor de sus amigos, los cuales siguen y seguirán ahi... todos ellos son momentos diferentes, pero mágicos a su modo. Cuanto valor tienen esas perlas que adornan nuestra alma y enriquecen nuestro espíritu ^^.

    Espero con ansias las andanzas de semejante cuarteto de aventurero en busca de su destino. Por nada me perderia sus futuras andanzas en Kalimdor.

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  3. "El Narrador pide disculpas por su falta de decoro.
    Aquella joven de deslumbrante belleza "obnubiló" su juicio, haciendo que su habitual cortesía y caballerosidad quedaran reducidas a la mínima expresión en una oleada de plac..."

    De repente se escucha una voz femenina de marcado acento en la lejanía, interrumpiendo así al joven de negros cabellos...

    -¡No hace falta que des detalles! Quedas disculpado, gentil conquistador...

    (Como habéis podido comprobar, ésta noche el Narrador no ha podido contaros personalmente una historia, ni su voz ha sonado meliflua y atrayente en la mente de una maga durante su sueño. Tal vez la próxima vez...

    Ya sea durmiendo, como hicieron merecidamente la pareja de enanos u ocupados con otros "menesteres", yo sólo puedo deciros una cosa: Carpe Noctem... ;))

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