martes, 24 de mayo de 2011

Origen: Amistades Peligrosas

-Entonces continúo...- dijo el joven.



“- A eso sí que no estoy acostumbrado...- dijo el enano, en un susurro.

-Pues no lo hagas- replicó la joven.

-Vale, no me acostumbraré a que me ames... pero yo diría que tu cuerpo no me odiaba tanto hace un rato, Princesa...


La enana de anaranjado cabello alzó una mano para posarla sobre los labios del hombre antes de que terminara la frase.


-Vuelve a llamarme así y olvídate de que mi cuerpo vuelva a desobedecer a mi corazón...


Jorgenssen la miró intensamente con su único ojo violáceo y una sonrisa que dejaba ver a todas luces cuáles eran las intenciones ocultas tras aquel silencio...



Al amanecer, la joven despertó en mitad de un caos de prendas esparcidas por el suelo de la cabaña. No necesitó fijarse demasiado para comprobar que sólo estaban las suyas.


Al rato, el enano penetró en la estancia llevando en las manos un extraño artilugio que depositó junto a ella.



-Vístete y ponte con eso- le dijo, señalando el artefacto-. Por lo que he podido comprobar, sigues fallando en cosas tan triviales como desactivar una trampa o abrir una cerradura. Anoche comprobé que no es cuestión de “falta de agilidad” en los dedos, así que tendrás que practicar...- terminó, luciendo una amplia sonrisa que dejaba ver el color plateado de sus dientes.


Con un simple quiebro, el hombre esquivó la bota que se dirigía directa hacia su cabeza.


-Puedes llegar a ser jodidamente desagradable...- dijo la joven, con los dientes apretados y una mirada hosca.

-Y eso me ha mantenido vivo- le dijo, agachándose junto a ella con rapidez para besarla repentinamente.





Lección Número Cuatro:

El latrocinio es un arte. No se trata de coger una cerradura y romperla, se trata de no decirle a la gente quién ha estado allí y que se den cuenta que han sido desvalijados cuando echen en falta algo en concreto y vean que no está. Se trata de cortar una faltriquera sin que su dueño se entere. Se trata de manipular un mecanismo con tus propias herramientas o saber improvisar otras. En definitiva, un buen ladrón sabe hacer un buen trabajo y sobretodo, que sea seguro. Robar una quimera sólo para probar tus habilidades es una acción absurda que te acarreará, más tarde o más temprano, el disgusto de saber lo que raspan las hebras de la soga con la que cuelgan a los ladrones imprudentes...




-¿Y por qué robar?- preguntó la joven una vez, forcejeando con una de las muchas cerraduras que tenía el trasto de “entrenamiento”.

-¡Joder, Prin..., Ratita! ¿Ahora vas a meterte a puta?


La enana lo miró, asombrada ante la pregunta, con la ganzúa aún en la mano, dejando caer la que llevaba sujeta en la boca.


-No me mires con esa cara...- dijo él, divertido ante su reacción-. Con tus secretos y mis antecedentes eso es la única profesión a la que podemos optar y yo no inventé el oro que necesitamos para vivir...

-Cosa que haremos hasta que nos cojan ¿no?- consiguió preguntar ella, después de recuperarse de la impresión.

-No creas; hay sitios en donde la ley es menos dura y no matan a los ladrones...; sólo les cortan las manos...

-Es un alivio saberlo...

-Eso nos lleva a la quinta...





Lección Número Cinco:

Si te ven, eres enana muerta. Si te oyen, eres enana muerta. Si te atrapan, eres enana muerta. Si te encadenan, eres enana muerta. Si te ponen una soga al cuello es, evidentemente, señal de que no me has hecho caso y que serás enana muerta en breve. Se supone que debes creer que eres más inteligente que la caterva de guardias estúpidos que pululan por las ciudades; un consejo, aléjate de los pueblos: no hay nada interesante para robar y los campesinos defienden su miseria con uñas y dientes... y son listos como un zorro. Si te cogen, tendrás que poner en práctica la Lección Número Cuatro para librarte de tus captores...





-Si me cogen, evidentemente me registrarán... por lo tanto ¿Con qué se supone que voy a abrir mis ataduras?

-Escondiendo las herramientas- respondió él, con la boca torcida en un ladino gesto.

-¿Cómo?- preguntó provocadora, para darse cuenta demasiado tarde de las implicaciones de la respuesta.


El color asomó a sus mejillas, con un semblante entre ruborizado por la vergüenza y por la furia ante las risas que habían brotado de la garganta del enano.


-Ni así, Ratita- explicó él-. Los goblins acostumbran a hacer registros... “cuidadosos”...



El gesto de la joven pasó del sonrojo y la cólera a la más absoluta repulsión. Jorgenssen estudiaba las reacciones faciales de su compañera con detenimiento para, a continuación, hacer un “truco” que terminó de asombrar a la enana de anaranjado cabello. Se llevó la mano hasta la manga de su camisa y dejó el antebrazo al descubierto. Palpando con los dedos parecía buscar algo en concreto, al hallarlo, rascó con la uña e hizo una ligera presión para hacer salir una finísima ganzúa que llevaba bajo la piel.




-La herida se cierra rápido cuando la introduces y no se nota- le dijo, levantando el ensangrentado trozo de alambre hasta sus ojos-. Naturalmente corres el riesgo de que se infecte pero... ¿Qué es un poco de fiebre en comparación con la posibilidad de que tu cabeza ruede dando botes?

-Menuda vida me espera...

-No elegimos cuándo vivir, pero podemos decir que tenemos “cierto” control sobre cómo vivir...- dijo, encogiéndose de hombros-. Tú procura que la tuya sea lo más larga posible y reza para que, cuando acabe, lo haga sin que sufras...demasiado...

-Tienes una capacidad asombrosa para dar ánimos- murmuró la joven enana-. ¿”Cierto” control?

-Del pastel de la vida, dividido en seis porciones, una será el destino, otra, tus propias decisiones...; las cuatro restantes, serán fruto del caprichoso azar. No te comas tu linda cabecita buscando más explicaciones- le dijo, dándole golpecitos en la frente con el dedo-. Bueno, ¿Qué?- preguntó de repente, sorprendiendo a la joven-. ¿Practicamos la lección sobre los “registros” más profundamente?

-Serás capullo...

-¿Todavía no has aprendido cuánto?- preguntó, atrayéndola hacia sí.





Con todas esas lecciones, tanto buenas como malas, la Princesa Malcriada iba labrando su destino. Aprendiendo a hacer de aquella profesión la suya; aceptando lo que era, pero sin llegar a despejar del todo su corazón del rencor que lo ennegrecía ligeramente. Sin embargo, la que sería su última lección cambiaría su vida para siempre, tornando aquella oscuridad en una gélida pátina que encerraría su corazón bajo llave.




Tiempo después, en los callejones de un ciudad cuyo nombre ahora mismo es irrelevante, más que nada porque ya no existe como tal, la pareja de enanos volvía de la taberna, de camino a su improvisada guarida, cuando se cruzaron con un grupo que cambió el semblante de Jorgenssen, tornándolo lívido. Con un rápido gesto, agarró por la camisa a la joven para evitar que se tropezara con ellos, arrastrándola hasta las sombras de la callejuela. Con un dedo sobre los labios, el enano exigió absoluto silencio, mirando con su único ojo hacia los tres individuos, goblin, orco y gnoll, que tanto lo habían alterado con su mera visión.


-¿Qué coño hace aquí ese cabrón miserable?- siseó, con la mandíbula apretada y el semblante demudado por el odio.



Sin esperar a que la enana se recuperara y empezara a hacer preguntas, la cogió por un brazo y se deslizaron entre la oscuridad, desapareciendo. Ya en la casa la joven acosó a su compañero, que guardaba silencio sentado en un sillón, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos cerrando su boca, ignorando completamente las preguntas de la enana.


-¡Jorgenssen! ¿Me estás escuchando?- la joven se acercó hasta él y lo sacudió por un hombro, para sacarlo de su estupor-. ¡Te he preguntado quiénes eran esos tipos!


El hombre dio un respingo y la miró con intensidad.


-Uno de ellos asesinó a mi hermano...


La enana se quedó estupefacta ante la respuesta, pero sobretodo ante la mirada de odio que destilaba aquel único ojo violáceo. Despacio, se dejó caer de rodillas delante de él y sujetó sus manos.


-Su nombre es Shutterfikk Von Pattel, un capitán esclavista que hace años que se propone erigirse en Príncipe Mercante dentro de su repugnante sociedad. Lo apodan el “Grilletes”... aunque yo prefiero llamarlo simplemente, el “Demonio”...


La joven callaba, escuchando atentamente lo que el turbado hombre le contaba.



-Un par de años antes de conocerte, mi hermano Gunnard y yo “trabajábamos” juntos. Yo era reacio a meterme en los asuntos de esos pequeños hijos de puta verdes, pero a mi hermano le gustaban los retos y se saltó la parte de la Lección Número Cuatro que dice que: “Si intentas robar una quimera...”. Había estado apostando en una taberna a los dados contra Shutterfikk y éste lo dejó sin blanca. Gunnard no era nada malo con el juego y el hecho de que el “Grilletes” le ganara tantas veces le hizo pensar que le había hecho trampas. Cometió el error de tomárselo como algo personal y pensó en cobrarse la parte que le había ganado, robándole a su vez; pero Gunnard no contó con que robar a un ladrón no es tarea sencilla... a un sádico, era una idea nefasta, pero eso él no podía saberlo, lo comprobó después. Ni siquiera llegó a alcanzar su objetivo, nos atraparon a ambos. A él lo mataron delante de mí y luego me hicieron ésto...- dijo, acariciando la cicatriz que surcaba su rostro y le había dejado tuerto-. Esos cabrones son crueles, Ratita...; le hicieron sufrir... y me soltaron, para que nunca olvidara el “favor” que me habían hecho, con la promesa de que, si volvían a verme, iba a suplicar clemencia. No lo he olvidado... ni lo haré jamás...



La joven enana de anaranjado cabello guardó silencio, sujetando firmemente las manos del hombre, que temblaban ligeramente de miedo, rabia o ambas cosas. Se asustó ante la frialdad con la que fueron pronunciadas las últimas palabras.



-Jorgenssen, mírame- le pidió-. ¡Mírame!- insistió. El enano posó su ojo sobre ella ésta vez-. Mañana saldremos de aquí, nos iremos por donde hemos venido ¿De acuerdo?...; no pienses en ninguna locura, por favor...- los ojos suplicantes de ella ablandaron la dura faz del hombre.

-No te preocupes por mí, Ratita...; el tiempo mitiga el dolor- le dijo, pero la joven no creyó aquellas palabras que sonaron vacuas a sus oídos.

-Jorgenssen, por favor... te lo pido por favor...- insistió ella, abrazándose a él.

-Ratita...- susurró el enano, conmovido por la reacción de aquella joven que había asegurado odiarle.

-Por favor...- insistía, con el rostro enterrado en su hombro.

-Está bien, Ratita...- dijo él, acariciando su cabello-. Si así te quedas más tranquila, juro no hacer ninguna locura. Aunque todo depende de lo que confíes tú en la palabra de alguien de mi calaña...




Con aquella promesa en el aire y con las ideas puestas en el día siguiente, en el que abandonarían aquella ciudad para no volver en mucho tiempo, ambos se fueron a dormir. Por desgracia, el azar, el destino, o las decisiones personales de la tarta de la vida de Jorgenssen, o de la misma enana de anaranjado cabello, inclinaron la balanza hacia un fatídico final para aquella noche.




Una mano se cerró con fuerza sobre la boca de la joven, cubriéndole también la nariz y dejándola al borde de la asfixia, mientras la arrastraban fuera de la cama. Con ojos desorbitados por el terror, vio al gigantesco orco dar una patada a Jorgenssen en la cara que lo dejó casi inconsciente; al enano sólo le había dado tiempo de coger el cuchillo con el que dormía siempre, pero éste resbaló de su mano sin alcanzar a su objetivo.



Una fría hoja se colocó al mismo tiempo bajo la garganta de la enana, que pugnaba por liberarse del fétido gnoll que la aplastaba bajo su peluda mole. El orco agarró por el cabello a Jorgenssen, tirando de él para obligarlo a alzar la mirada.



-Buenas noches, mi querrido Björn, aunque ahorra crreo que te haces llamarr Jorrgenssen- dijo una voz chillona con un marcado acento.



De detrás del enorme orco, surgió la pequeña figura del goblin. Lentamente se acercó hasta él, guardando ciertas distancias a pesar de que el gañán orco parecía tenerlo bien sujeto. El goblin la miró antes de seguir hablando. Vestido con caros ropajes de terciopelo y un monóculo sobre su ojo derecho, el aspecto de aquel pequeñajo verdoso hubiera resultado poco intimidador si no hubiera sido por su mirada: sus ojos bullían con el brillo de un demente.



-Siento haberr interrrumpido vuestrro pacífico sueño, señorrita, perro éste caballerro y yo tenemos una cuenta que le dejé pendiente en su día. Parrece que no es hombrre de mantenerr prromesas...; porr cierrto, ni se te ocurrra sacarr el cuchillo que tienes sujeto en los pantalones, mi buen enano... o la garrganta de tu amiga se abrrirrá como si fuerra un cerrdito...


El ojo de Jorgenssen, o Björn como lo había llamado el goblin, centelleó de ira al oír la amenaza, para luego posarse en ella, que intentaba decirle con la mirada que no pensara en su seguridad, sino en la propia.



-¿Qué quieres de mí, maldito cabrón? ¿No tuviste ya suficiente?- preguntó el enano, escupiendo las palabras.

-Al contrrarrio que tú, yo rrecuerrdo las prromesas que hago...¿De verras crreías que no te había visto en aquel callejón? No quierro nada, sólo demostrrarrte que no se juega con un goblin... con un goblin loco, menos aún...



Y con un rápido movimiento, Shutterfikk sacó un cuchillo que pendía de su cinturón y lo enterró en el estómago del enano con una única puñalada. La joven intentó gritar, pero de su boca sólo salió un gruñido amortiguado por la peluda y asfixiante manaza del gnoll.



-Bueno, ya he cobrrado mi deuda...; en cuánto a ti, señorrita, harré contigo lo mismo que hice con él... perro no voy a marrcarr esa agrradable faz. Sólo voy a rrecorrdarrte que tengo buen ojo parra las carras... si vuelvo a verr la tuya...- dijo, pasándose el pulgar de la ensangrentada mano que portaba el cuchillo por el gaznate- Que pases una buena noche...




El gnoll que la sujetaba hizo presión sobre su boca, cortándole el flujo de aire hasta sumirla en las brumas de la inconsciencia. Cuando despertó, no sabía cuánto tiempo había pasado pero no había rastro de ellos en la habitación. Jorgenssen yacía en el suelo, con un charco de vida bajo su cuerpo. La enana llegó hasta él para descubrir con horror que estaba plenamente consciente.



-Ratita...- susurró.

-Shhh, no hables Jorgen, te pondrás bien...- decía ella posando un dedo sobre sus labios. El enano tosió, en un intento de risa.

-Joder... Ratita... que mal mientes...; por cierto, puedes llamarme... Björn...

-Te diré el mío entonces...- le dijo, con los ojos llenos de lágrimas.

-Sé tu nombre... siempre lo he sabido... al igual que todos tus secretos... que me fueron confiados por Brommel...”






Al llegar a éste punto la voz del joven de pelo negro cesó, oyéndose solamente el crepitar de un fuego cada vez más mermado. Posó sus profundos ojos grises sobre la enana, que escuchaba la narración con la cabeza gacha, sin decir una sola palabra. Al sentirse observaba, Eléboro levantó la vista para devolver la mirada al joven, que desvió la suya hacia el elfo de cabello verde que escuchaba la historia junto a ellos, para posarla luego sobre ella de nuevo.



Sin pronunciar frase alguna, la mirada tácita entre los dos y un ligero asentimiento de cabeza por parte de la enana, dieron al joven Narrador las instrucciones para seguir con su relato, sin omisiones.






“-Quiero... que escuches atentamente...

-¡No te esfuerces o te desangrarás!- suplicó la joven.

-Sabes donde está la herida... porque te lo he enseñado...; tardaré horas en desangrarme... y si mi última lección me evita un poco de agonía, valdrá la pena...


Con jadeos entrecortados, el enano tuerto expuso su última lección.




Lección Número Seis:

No mezcles tu profesión con los sentimientos. Nuestra vida es un diario con las páginas en blanco que no se sabe cuando será arrojado al fuego para que se consuma. Haz lo que tengas que hacer, sin remordimientos, pero mantén al margen la parte más intima de tu corazón o el dolor la consumirá. No te metas nunca en encrucijadas personales, porque tarde o temprano, te arrastrarán y no... no busques venganza, porque la sangre, con sangre se paga...; confórmate con llevar una vida en silencio... y procura que sea larga... con un final digno...para que mis esfuerzos en meter conocimientos... que te ayuden a protegerte... en esa dura mollera tuya... hayan servido para algo...





-Ésta es la lección más... importante que puedo darte, pero sé... que no vas a hacerle ni puto caso...- se rió.

-No puedo mantener al margen la parte más íntima de mi corazón, Björn, porque me enamoré de un enano ladrón, desquiciante y desagradable...

-Nah, yo tampoco me he hecho caso nunca a mí mismo y me salté esa norma... enamorándome de una... enana bastarda, cabezota y huraña; de una Princesa Malcriada...; pero hay cosas que merecen ser vividas.




Con un gruñido de dolor, Björn se inclinó hacia adelante, abriendo aún más la herida con aquella acción. La joven se abrazó a él, sintiendo la calidez que en breve desaparecería de su cuerpo. Un susurro apenas audible salió de los labios del enano, pronunciando sus últimas palabras.



-Te quiero, Arabelle...
-Y yo a ti, Björn...- respondió ella, con la esperanza puesta en que aquellas palabras hubieran llegado a sus oídos antes de que se marchara para siempre-. No sé si hay un ente superior que corte las porciones de nuestra tarta, pero yo maldigo al pastelero...-susurró, abrazada al hombre que le había dado sus más valiosas lecciones."





La voz del joven cesó de nuevo, manteniendo un silencio casi sepulcral que fue roto por unas palabras pronunciadas con un melodioso y dulce tono:



-Eléboro- dijo el druida, haciendo que la enana levantara la vista para mirarlo. Había obviado intencionadamente el hacer mención a su verdadero nombre. Para Llwyn, sería como si jamás lo hubiera escuchado-. No hiciste caso de la Lección Número Seis ¿Verdad?

-Björn tenía razón en decir que no le haría ni puto caso. Vosotros sois la prueba de ello- dijo, mirando directamente al joven de cabello negro como ala de cuervo-. Pero sí respeté una cosa: jamás he vuelto a abrir el rincón más íntimo de mi corazón...

-¿Qué parte fue la primera que te saltaste?- preguntó, casi con timidez, aunque se imaginaba la respuesta.

-”No busques venganza...”

4 comentarios:

  1. Entre las brumas de mi sueño parte de un nombre que no se como termina ni a quien pertence ronda mis pensamientos.En un susurro escapa de mis labios una frase que si recuerdo con claridad:

    "Nuestra vida es un diario con las páginas en blanco que no se sabe cuando será arrojado al fuego para que se consuma."

    Tomaré mi pluma para empezar a escribir...

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  2. *Sientes como si alguien acariciara el dorso de tu mano para luego sujetarte la muñeca con firmeza y la susurrante y ya familiar voz hace acto de presencia...

    "Y acompañaremos esa mano para que no flaquee al escribir las palabras que darán sentido a ese diario..."*

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  3. ¿Para que están las normas, sino, para transgredirlas? tienes corazón, sangras como todos y si te hacen daño te duele... tienes derecho a querer a la gente y que te quieran. No eres una sombra, eres una enana cleptómana a la que queremos mucho y que espero que algún dia me devuelva la cartera (el dinero ya lo doy por perdido).

    Por cierto, si me encuentro a ese goblín le daré recuerdos de tu parte. Lo mismo hasta se lleva bien con mi espada y se hacen "íntimos".

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  4. Eso no hará falta bravo guerrero, porque de la Lección Número Seis,mi querida amiga se saltó muchas cosas...
    ...pero la primera fue:
    "No busques venganza"...
    Tal vez, en mi próximo relato narre cómo se vuelve un goblin alérgico... "por exceso de acero en sangre"...

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